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martes, 1 de mayo de 2012

SURF AL TROTE
Bajaba calle Nueva abajo con la moto,sobre las cinco de la tarde con un frío de ley, a la altura de la plaza de la Aurora me fijé en dos jovenzuelos,transitaban con sendas tablas de surf, de esas cortas que no llegan a un metro de largo, despeinados como de haberse bañado hacia poco; un escalofrío me recorrió la espalda arrebujándose dentro del carenado de la moto. De un golpe sentí el peso de los años, tiene narices, uno con mas frío que una pajarica y los muchachos de bañarse en la playa en pleno mes de enero. Los surfistas se suelen concentrar en la playa de Las Chuchas, durante todo el año, mar adentro, esperando la ocasión propicia para remar frenéticamente y seguidamente erguirse sobre la tabla, haciendo equilibrios, hasta llegar hasta la misma orilla de esta guisa; a continuación se acuestan sobre ella y vuelven remando junto a los demás artistas del oleaje. A estas alturas de mi vida, esta será otra de las cosas que seguro ya no voy a hacer, lo digo sin rencor, uno tiene que ir asumiendo que no todo esta al alcance de cualquiera, saber donde esta el limite es un síntoma de madurez, en este caso lo digo con conocimiento de causa, les contaré lo que presencié el pasado verano.
Hacia tan bueno que mi compadre insistió en que fuéramos a la playa, así que nos instalamos en  las Chuchas para  pasar el día con las parientas, el mar estaba como un plato,ni una ola. Al lado nuestro , a escasos cincuenta metros, los surfistas se concentraban en la arena, un montón de tablas tiradas al tres-bolillo, faltas de olas a las que cabalgar.Un hombre, entrado en años ,venia paseando orilla adelante , al pasar junto a la peña de surfistas , uno de ellos se dirigió a el llamándole la atención, eran conocidos , se saludaron y  mientras hablaban , el muchacho mostraba  la piara de tablas varadas en la arena y luego señalaba al mar, apoyándose en otros gestos explicaba algo al hombre,supongo que el funcionamiento del artilugio, este seguía atentamente los comentarios, observando la tabla con curiosidad, en un momento determinado el chico hizo una demostración de equilibrio: Arrancó a correr con la tablilla debajo del sobaco, paralelo a la orilla , la dejó caer sobre los escasos diez centímetros de agua de la orilla y se subió encima deslizándose con facilidad cerca de donde estábamos nosotros , por lo menos cincuenta metros había recorrido en la tablilla, con la simpleza que había realizado la maniobra parecía muy sencillo. Eso debió de pensar el hombre pues le echó mano a la tabla , sin prestar atención a las objeciones que le estaba poniendo el muchacho. Estaba tirado , total era arrancarse a trotar, dejar caer la tabla sobre el lecho arenoso con poca  agua y ya esta, deslizarse como una silfide, paralelo a la orilla.
Era la teoría, en la practica fue mucho mas difícil; el tipo puso en marcha su voluminoso cuerpo con la tabla en el sobaco, como si de un portafolios se tratara, no había coordinación en sus movimientos así que en la primera intentona ni siquiera atinó con la tabla,pisó en la arena mientras esta cogía las de Villadiego. En el segundo intento hubo mas suerte y el voluntariosos aprendiz de surfista se subió en la tabla pero por poco tiempo, pegó una costalada que recordarla me da dolor de espalda, el muchacho acudió raudo a ver qué le había pasado al hombre (aunque yo creo que le preocupaba mas la tabla). El pobre desgraciado intentaba aparentar estar perfectamente, aunque no le le salia muy bien, no le quedaba aire ni para quejarse, al cabo de un minuto el hombre señaló su reloj argumentando lo tarde que era, continuando su paseo. Al pasar cerca de nuestra sombrilla, el pobre desgraciado, trataba de mantener la compostura, disimulando con dignidad pero cada pie que hundía en la fina arena iba acompañado de un quejido por lo bajini, allá que se fue el eccehomo, remedo de surfista. Me volví hacia mi compadre y le dije: Compadre ¿probamos nosotros? , me miró con desprecio ¡Vaya usted a la mierda compadre¡ ¿Quiere usted que nos pase como al cebolla ese? !A nosotros ya se nos pasó el arroz¡. Continuamos echando el día tan ricamente, peleándonos con las parientas y tomando el sol. Es lo que hay, ni Prozac, ni ansiolíticos, ni siquiera vida sana. Contra el envejecimiento, lo mejor es un compadre que te mande a la mierda a tiempo, eso si, hablándote de usted.

2 comentarios:

  1. ¡Necesito un compadre, Rafa, porque me paso el día rodeado de tierna juventud y al acabar la jornada estoy para el arrastre sin que los que me circundan entiendan porqué!

    Enhorabuena por tan excelente entrada, amigo.

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    1. Gracias José, mi padre decía que era higiénico que alguien te llamara tonto de vez en cuando, como en muchas otras cosas, ahora le doy la razón.

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