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miércoles, 3 de julio de 2013

HORMONAS REVUELTAS




Ocho de la tarde, todavía aprieta el calor, Nerón, mi perro, espera sentado pacientemente en la entrada de la casa, a que lo saque de paseo, es su derecho y a mi me ayuda a desconectar del ajetreo de todo el día. Hay gente que piensa  que lo de sacar al perro es una putada, nada mas lejos de la realidad, a través de los años se ha convertido en un motivo de convivencia más, tiempo de pasear, ver a los conocidos y charlar con quien se tercie. Se me antoja que a mas de un cebolla se le aflojaría el carácter recogiendo mierda de perro, gesto de humildad que debiera estar recetado por la seguridad social. Nos dirigimos  hacia el centro por la placeta del Tranvía, al llegar allí  el perro da violentos tirones de la correa, tratando de alcanzar las pelotas que le pasan por delante del hocico, los mamones de los niños, el mejor enemigo del perro es un crío. Pero en esta época lo del juego es tarea secundaria, la obsesión canina es encontrar el rastro que dejan las hembras en celo, me ha salido un perro artillero y democrático, le da igual la raza, perra que se deja, madre que embarbeta. Así las cosas, se pone jodido avanzar: El animal llega a una esquina, huele, sopla e inspira, absorbiendo la esencia, se queda ensimismado (supongo yo que imaginándose a la interfecta por el  olor) como un catador de vino, rememorando sueños de pasión, cuando le doy un leve tirón de la correa a ver si seguimos, ni me echa cuentas, se hace fuerte en el sitio, poniendo las patas tiesas, atento a la tarea  olfativo-sexual. Al cabo de un rato decide continuar con un trotecillo alegre, no han pasado treinta metros, cuando vuelve a las andadas, tensa  la correa, buscando otro rastro, el muy cabron, tenorio canino, no atiende a nada, ahora el que curte la paciencia soy yo. Levanto la vista del suelo y veo a  una muchacha dueña de una perrita Westy preciosa. Entre los dueños de perros existe  cierta camaradería y se considera de buena educación preguntar por ellos. Me cuenta  que la ha llevado al veterinario y  durante unos dias no podrá sacarla, le consulto por la enfermedad de la perra: Nada grave, me dice,  con la subida de hormonas del celo, se ponía muy díscola así que decidimos esterilizarla. Nerón levanta la cabeza, como si lo de la capadura lo hubiera entendido, se sienta junto a nosotros dándonos la espalda, pero con las orejas para atrás. No me puedo aguantar: ¿Así que se ponía díscola y la habéis capado?, pues si, contesta ella, Vamos no me jodas, si hubiera que capar a todo el que se pone  díscolo, íbamos a tener todos voz de pito. Comprendo que me he pasado y  rápidamente le digo que es broma, se va encabronada, rezando una maldición, esta no me habla en la vida. Le llamo la atención a Nerón, saca pecho orgulloso, gruñendo engallado: ¨ No me eches cojones que te capo ¨, le digo por lo bajini. A partir de ese momento el perro mea con diligencia, pasa de largo por todos los rastros que encuentra, mirando de reojo para atrás, controlando donde voy yo y haciéndose el  longui, llega a la casa, se bebe el cazo del agua entero, la boca seca del susto. Jugarse los cojones esta muy  bien, pero perderlos es una putada, eso lo sabe hasta un perro por muy díscolo que se ponga.