Vistas de página en total

sábado, 28 de diciembre de 2013


FOOTING

Pasear por la playa de Poniente la mañana del domingo es un privilegio que me regalo durante todo el invierno. Mañanas soleadas con la sola compañía de mis perros, caminando por la tierra, mirando las evoluciones de los dos canes,  un placer al alcance de pocos. Llegando al final del paseo y  unos cientos de metros mas allá se encuentra el chiringuito Hoyo 19, allí dirijo mis pasos para tomar café. Sentado tan ricamente en la terraza que da a la orilla, disfrutando del buen trato que dan en la casa, echo mi media hora de relax, para luego volver sobre mis pasos a recoger el coche que dejé en la entrada del paseo. En todo el trayecto me voy cruzando con corredores de fondo de todas las edades. Bandadas de muchachos y muchachas, tan sobrados que da tiempo a oír retazos de conversaciones así como las risas de unos y otras. Otros pasan con el aire justo para mover una zapatilla detrás de otra y de vez en cuando pasa un profesional a toda mecha, mas suena a trabajo que a deporte. Todos tienen en común las vestimentas fluorescentes, para ser visibles desde muy lejos, casi todos conjuntados en mayor o menor medida. El camino de vuelta lo hago por el paseo, ahí las ropas cambian de perfil, la prenda reina  es el chándal, todo el mundo va equipado con uno, los colores fluorescentes se cambian por cremas y ocres, al subir la edad media de la infantería peripatética, los colores se difuminan. Deduzco yo, en mis cortas luces, que los que marchamos tenemos tendencia a ser mas tristes que los corredores. Pero siempre hay una excepción, la prueba viva de que la diversidad existe: No tiene mas de cincuenta años, los pantalones ceñidos, de esos que llaman leggins, apretando carnes que vieron mejores tiempos, camiseta verde flúor de escote redondo, marcando canalillo, pintada y maquillada, las uñas a juego, una felpa verde, gafas de marca, mas anchas que el escaparate del Bazar Oriental, zapatillas rosas con las suelas blancas y por supuesto auriculares blancos a juego. Barbilla alta, mirada en el infinito, paso arrollador, así  marcha la buena mujer, partiendo la pana domingo tras domingo. Observo de reojo las miradas de los otros caminantes, los machos hacen la ola a escondidas de las hembras y estas hacen mohines cuando las adelanta la hembra coloreada. Andar firme y continuo, personalidad arrolladora, hasta los perros se apartan cuando pasa, cualquier día la ascienden y la trasladan al camino de tierra, cojones y personalidad le sobran. Lo llaman footing pero es algo más. 
Le quiero dedicar este artículo a un lector fiel, el bueno de Manolo Prieto, que regentaba con su mujer el kiosco de Las Palmeras, se nos  ha ido para siempre, un lujo que un escritor de pueblo como yo, no se puede permitir. Echaré de menos los comentarios que me mandabas con Manolo Montes. Que tengas buen viaje, amigo.

miércoles, 4 de diciembre de 2013


A TITULO POSTUMO

Uno lo de la genética lo tiene cogido con pinzas, el genoma humano es una entelequia digna de mejores cabezas. Al parecer todo esta escrito en nuestras cadenas de ADN, desde que naces estas predispuesto a resfriarte por mor de un eslabón o por el contrario, puedes salir el cinco de enero, con una camiseta de manga corta y no toser en toda la noche, será así, doctores tiene la ciencia. Y ya puestos a pensar, en la información que arrastramos los españoles en nuestro genoma, no hace falta ser muy avispado, ni tener microscopio, para observar una constante a lo largo de nuestra historia y que quizás tenga una razón bioquímica. Desde que Viriato andaba dando regates a los romanos, los jodios peninsulares nos hemos dedicado a destrozar las vidas de nuestros héroes nacionales hasta el fin de sus días, eso si, dándoles luego unos entierros fastuosos, por aquello de limpiar la conciencia del pueblo. Todos los héroes de la patria llevaron incrustado en sus ataúdes una medalla, un blasón o un titulo pillado a lazo. Curiosamente el que ponía los honores en el féretro solía ser su principal enemigo en vida, a la sazón persona mediocre, con la única habilidad reconocida de saber dar los mejores tirones de polla a la autoridad principal. La frase: ¨ Siempre se van los mejores ¨ era el colofón al  fasto funerario, muerto el perro se acabó la rabia. En recientes estudios  se ha descubierto que los huesos del Gran Capitán, no están enterrados a orilla de los reyes católicos, el mejor general de nuestra historia fue enterrado de morrillazo, vaya usted a saber donde. Los huesos de Colon andan repartidos de tal manera que cada dos por tres salen mas posibles enterramientos. El insigne almirante Blas de Lezo , héroe de  defensa de Cartagena de Indias, que  en 1741 defendió la plaza frente al almirante Vernon, al mando de una flota de 186 barcos y veinticinco mil hombres, con solo 3000 soldados y un cabrón de gobernador (Sebastián Eslava) que se pasó todo el tiempo medrando, para que el apodado Medio Hombre (por sus múltiples heridas de anteriores batallas), rindiera la plaza. Naturalmente, cuando contra todo pronostico, vencieron, se apuntó el tanto sin ningún rubor. Cuentan que cuando Vernon ordenó volver grupas, con el rabo entre las piernas, dijo esta frase al viento: « God damn you, Lezo!» (¡Que Dios te maldiga Lezo!. Este le mandó una misiva como solo sabemos hacerlo aquí:«Para venir a Cartagena es necesario que el rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque ésta sólo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres , lo cual les hubiera sido mejor que emprender una conquista que no pueden conseguir.» Cuentan que Lezo murió de unas malas fiebres, pocos meses después de su ultima gesta, fue nombrado marqués de Ovieco, a titulo póstumo. Historiadores colombianos, todavía hoy, buscan intensamente la tumba de un héroe nacional de los de allí, ignorado por los de aquí. En cualquier sitio hay un mediocre dispuesto a llevarse el merito de otro, lo llevamos  dentro de nuestro ADN, como otra enfermedad mas, Cada  héroe tiene su hijodeputa encima, del mismo tamaño. En cualquier estamento, da igual: Ayuntamiento, diputación o comunidad de vecinos, donde nacen unos se agarran los otros. Los entierros son el final del martirio para los mediocres y el comienzo del olvido para el héroe. El rejón de muerte siempre el mismo: El titulo póstumo.