Vistas de página en total

martes, 13 de febrero de 2018

Buenos vecinos

El sábado por la tarde activaron la unidad canina de Motril a la cual pertenezco,  había desaparecido una mujer en Salobreña. Sobre la marcha, montamos los perros en los coches y nos fuimos al cuartel de la Guardia Civil, lugar donde estaba el puesto de mando. Al llegar reparé en la gran cantidad de gente que había en la puerta, contemplando expectante, la llegada de toda la dotación de Protección Civil del pueblo vecino,recibida con muestras de cariño  por las personas que allí estaban. Rápidamente se montó el operativo a las órdenes del teniente y un cabo primero, tomándose las medidas oportunas, repartiendo el trabajo entre hombres y perros. Nuestro trabajo es duro, tratamos de distanciarnos de las emociones, centrando nuestro esfuerzo en las reacciones del perro y solo eso. Por experiencia, sabemos que es lo mejor para las víctimas, pero era muy difícil: Sobre las diez de la noche Rex era el  encargado de repasar la zona de los hoteles y las callejuelas que llevaban a La Caleta. En medio de un cañaveral se veían dos luces oscilar, el perro levantó el hocico, guiando sus pasos hacia el olor humano, al darse cuenta de que eran personas caminando,continuó su trabajo sin echarles cuenta. Llamé al perro para hacerle beber un poco de agua, mientras dirigía el foco sobre las dos personas: Dos mujeres de edad iban buscando a su amiga por el camino de tierra. ¿Señoras pero donde van? Buscamos a Paquita hijo. Pero es que no hace día, para eso hemos traído los perros, miren vénganse conmigo que yo voy a reunirme con mi compañera en la Caleta. Manuel mi compañero de PC y yo continuamos trabajando en dirección a la Azucarera del Guadalfeo, seguidos por las dos mujeres, las cuales dejamos en los bancos de la entrada, alli cambiamos de perro sancando a Inuk para buscar por el Caletón. Terminada la escarpadura, volvimos a dejar el perro en el coche y al llegar al coche nos encontramos que en vez de aquellas dos mujeres, había más de cincuenta personas. Unas con linternas otras con nada, pero todas animadas por algo más fuerte que la luz, caras de determinación que decían dame trabajo o de aquí no me voy.  No me podía negar, mi corazón se rompía con ellas, las amigas de Paquita. Aquella gente no se iba a ir, le dije a mi compañera que se llevara a su perro Trasto y a todas aquellas personas a revisar el parque de la Caleta y las casas abandonadas de la entrada, Mada capto la idea y allá que se fue con toda la gente. A los jovenzuelos los mandé con Manuel para que subieran las escaleras en dirección a la parte alta de la Caleta. Cambié de perro, una vez más y fuimos limpiando zonas hasta que, agotados, volvimos al cuartel. En la puerta había otras cien personas más, dispuestas a todo. Cuando entraba a reportar el trabajo, había un silencio tenso y respetuoso, la mirada de decenas de ojos. Uno me daba una palmada en el hombro, otro levantaba la barbilla a modo de saludo, algún buenas noches. Entré en el despacho del teniente y nos sumergimos en cientos de cábalas y valoraciones. Una vez que decidimos el siguiente movimiento, salimos al trabajo planeado, con una nube de gente silenciosa detrás de guía y perro, registrando cualquier resquicio donde pudiera estar Paquita. El silencio roto por las llamadas a gritos en mitad de la noche: ¡PAQUITA¡, el silencio sobrecogedor y expectante posterior. Dos días de búsqueda y nunca paró de llegar gente: Un hombre de Motril con su drón, caballistas de todos los pueblos organizados en patrullas, guardias de todos sitios  (Mención aparte merecen los guardias civiles, doy fe de que trabajaron muy por encima de lo que les pagan, un honor formar equipo con héroes callados y sufridos, fieles a su credo), mujeres con un manojo de pasquines con la foto de Paquita, poniéndolos por todo el pueblo y en fin, todo el que pensó que podía ser útil. Pero no estaba de Dios, el cadáver de Paquita apareció en las rocas, contra ellas se estrellaron tantas buenas intenciones de todos los que estábamos allí. Pero algo bueno queda de esta desgracia: La ola inmensa de cariño de todos, haciendo añicos la leyenda negra de pueblos vecinos que se odian. Hubo gente de toda la comarca, personas que sintieron la necesidad vital de colaborar y entregarse en cuerpo y alma a la búsqueda. Sentimiento de fraternidad en dura pelea contra el destino. Y eso Paquita, es el mejor recuerdo que tú vas a dejar en los corazones de todos los que te buscamos, lo que sembraste va mas allá de ese día fatal. Buen viaje amiga.