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jueves, 8 de mayo de 2014

DOMINGOS DE PLAYEO


La gente joven es mas de trasnochar, los que ya vamos para viejos tenemos otras costumbres. Madrugar esta reservado la gente de edad, no hay mas que ver el personal que circula por la calle a las nueve de la mañana de cualquier domingo, si acaso te encuentras con algún grupo de zagalones es que van  de retirada. Desde hace unos meses se ha hecho obligatorio, para la parienta y para mi, el paseo por la playa de Poniente, acompañados por el pastor alemán que llegó a mi casa de rebote, el verbo utilizado para describir tal actividad es playear y la acción  el playeo (Términos acuñados por  mi amigo José Miguel Moreno Sabio, a la sazón insigne músico motrileño).  Cuando llegamos a la altura del chiringuito llamado Tuareg,  nos sentamos a desayunar tan agustico, cerquita de la orilla, con un paisaje espectacular. El caso es que se ha ido agregando mas gente, formando una especie de peña de conocidos, disfrutando todos de un rato de cháchara, afuera aparte del desayuno en la mismitica orilla. Lo que era un tramite de veinte minutos se ha acabado convirtiendo en una tertulia en toda regla. Lo mismo ha pasado con los perros, nos juntamos con cinco o seis el rato que estamos sentados, mañanas de largas conversaciones entre conocidos donde se repasa lo que ha pasado en el pueblo, las mujeres cargando las tintas sobre la fulanita que ha puesto en la calle al marido o aquel bandido que le da mala vida a la mujer, lenguas viperinas que en el primer arreón arrasan con cualquier desgraciado que se ponga por delante. Por la zona trasera del chiringuito transita todo el personal que se dedica a hacer footing o simplemente a andar deprisa (seguro que también tiene un nombre terminado en ¨ing¨). Desde donde estamos sentados se ve la orilla y el carril, cuando te aburres de hablar de lo bonica que esta la mar, le pegas un tizonazo a cualquiera que pase por el camino: Compadre mire usted quien va por ahí. Coño que joven esta, si hasta se tinta el pelo de castaño. Si andamos listos se la metemos doblada a las parientas. Pues mire usted compadre la guayaba que lleva al lado, enseguida hay alguna que pica: Es su hija. ¡Que va¡ es su nueva mujer. Se tiran como hienas sobre el pobre desgraciado que va  tan tranquilo haciendo deporte, seguro que le esta picando la coronilla. Ese es un cualquier cosa, no le dará vergüenza , las mujeres corporativas ellas. Si acaso mi compadre se estira y le da otro tizonazo: ¨Pero ese hombre tiene derecho a ser feliz¨. Se lo quieren comer, nos reímos un rato con el rebote que han pillado y seguimos hablando de todo. Mañanas sin aspiraciones, momentos de tertulia intrascendente, raticos que hacen dulce el pasar del tiempo. Mientras todo esto acontece, mi perrazo Rex, aquel perrillo sarnoso que recogimos de un contenedor hace un año, echado a la sombrica de la silla, me mira con ojos profundos, la lengua sacada para defenderse de la calima, majestuoso, como diciéndome: Compañero aprovechemos este rato por si las cosas se ponen putas mas adelante, disfrutemos de estos ratos mientras podamos. Sabiduría perruna de uno que ya las pasó canutas mientras vivió  en la calle. Le acaricio el cabezón mientras veo llegar el melillero por el horizonte. Gracias compañero.