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martes, 4 de junio de 2019


Solos
En mis paseos por el centro, me cruzo con dueños de perros, estos,  pacientemente, acomodan su andar al ritmo peripatético de sus canes. Quiere esto decir que si el perro se para a leer una meada, el amo se para, pensando en sus cosas, hasta que el perro decide continuar. Suelo pasear  por la avenida Salobreña hasta pasado el Cuartel de la Guardia Civil, ahí giro a la derecha por la parte de atrás del colegio de los Agustinos en dirección al Mercado. Nerón, con ritmo cansino, hace camino poquito a poco, es un perro de casa, nada parecido a los que tengo de trabajo, quiere esto decir que aquí se tiene más manga ancha en cuanto a control. Él lo sabe y se centra en hacer las cosas despacito, sin echar cuentas del dueño, cumpliendo con el rito, no confesable, de cagar donde más estorbe y  sea muy difícil de recoger. Pero los dos somos antiguos compañeros y sabemos el guion, los paseos suelen ser momentos placenteros.  Al pasar por las plazuelas que tienen bancos, suelo encontrar personas muy mayores rumiando su soledad, mirada perdida en el infinito, quietud  absoluta de gente  a la que ya nadie le dice nada. A mí me educaron en la condición de saludar a todo el que me encuentro, de modo que cuando paso junto a una persona sentada en un banco,  le doy las buenas tardes. Por un momento se le ilumina la mirada, respondiendo al saludo, pero inmediatamente vuelve  a rumiar su abandono, están solos. En esta sociedad tan desarrollada, la asignatura de la soledad no está bien  resuelta. Producto de una cultura hedonista, donde disfrutar de la vida es la religión dominante, no hay  tiempo para hacer compañía  a nuestros  mayores. Cada mirada perdida,  esconde  desvelos de los que un día fueron padres esforzados, de hijos a los cuales, educaban en el egoísmo más absoluto. En justa retribución, reciben ahora como castigo, una vida vacía y solitaria. Frecuentemente, en las redes sociales, se ven historias de perros buscando una familia. Demandas de adopción de animales pero ninguna de viejecitos. Un mundo de personas abandonadas  rodeadas de animales de compañía. Como poco hay que hacérselo mirar.