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miércoles, 5 de febrero de 2020


LAS HADAS EXISTEN
En el año 2015 escribí este artículo, en estas horas donde te vas, poco a poco, sin ruido, me niego a que te vayas sin decirte, una vez más: Siempre serás mi hada madrina. Te quiero.

EL HECHIZO DE LAS HADAS
Los niños de nuestra quinta adolecíamos de juguetes electrónicos, no había consolas ni herramientas  electrónicas que nos distrajeran, de tal manera que dedicábamos gran parte de nuestro tiempo a hacer el cafre, dando bandazos por las calles de Motril y oír contar historias fantásticas. Las hadas eran de dos clases: Las buenas buenísimas y las malas asquerosas. Ambas dos tenían cabida en los relatos, dándose el caso de coincidir  en el mismo cuento, cada una cumpliendo con su papel. En mi cabeza ha quedado el sinónimo de hada como la de  conseguidora, arreglando asuntos con su varita mágica, haciendo fácil lo imposible. Una de las hadas  madrinas más famosas puede que sea la del cuento de Cenicienta, con un puñado de ratones y una calabaza, a golpe de varita,  apañó una carroza de caballos a todo plan, así, como el que no quiere la cosa. Cuando nacemos, nuestros padres nos buscan  padrinos, para mí, mi madrina ha sido  lo más parecido a un hada que me he encontrado en la vida: Rosario Hernández, casada con Don José Aguado, médico de los de antes, hombre bueno donde los haya y a su vez mi padrino. Llegar a casa de la madrina, en la calle San Francisco, era entrar en otro mundo, subías las escaleras y te encontrabas con el gentío que vivía en aquella casa, comandada  por ella, desde lo que había dar de comer para toda la  caterva (más los que se apuntaran) hasta el detalle más nimio, no se le escapaba nada. Todo con un humor hilarante, cercano a la payasada, en cuanto había oportunidad. En tiempos donde los bancos eran instituciones serias y como entonces no existía Internet, se daban conformidad a los talones y demás documentos de pago por teléfono. Ocurría una cosa curiosa: El número de aquella casa era muy parecido al de un banco motrileño. Todos los días había que dar explicaciones: ¨ No, se ha equivocado usted, esto no es un banco¨. Era tan frecuente el suceso que todo el que cogía el teléfono, ya fuera de la casa o adscrito, deshacía el entuerto, con la explicación correspondiente. Cuando la frecuencia de consultas subía demasiado y harta de dar explicaciones, mi madrina tomaba el toro por los cuernos y se dedicaba a dar conformidad a los talones con desparpajo, cuando colgaba comentaba: A ver si así cambian el teléfono los del banco (nunca pensó en cambiar ella el número). Para mí era un mito, el cual se acrecentaba  la fecha  de mi cumpleaños, cuando me soplaba cien pesetas, un capital en forma de billete marrón (cuando fui creciendo cambiaron  los colores del billete). Madrina te debo este artículo porque tú formas  parte de mi paisaje emocional. Enseñándome ese espíritu indomable, fortalecido por la gracia torera que tienes, siempre dispuesta a hacerle frente a lo que toque, sin volver la cara, con la buena sombra por bandera. Por aquellas tortas de sol y sombra del horno  Aguado,  dejarme jugar en el corral y por muchas vivencias más, pero sobre todo haberme regalado durante toda mi vida, la amistad incondicional de tu  familia. Además y afuera aparte: El regalo extra de tu hijo Fernando, a la sazón mi compadre y amigo del alma, mi hermano. En definitiva por hacer magia blanca con  el sentido del humor y el cariño que le has puesto a todo lo que has hecho. Mi madrina está muy mal de las piernas y pasa los días rodeada de los suyos. La cabeza le funciona a cien por hora: Sus reflejos son puestos a prueba cada vez que alguna tele-operadora llama preguntando por su difunto marido: Esta de crucero, le explica ella muy educada. ¿Y sabe usted cuándo volverá? Pues no, porque no puedo ponerme en contacto con él. No se puede tener más arte, a estas alturas tú sigues siendo  mi hada madrina. Siempre estarás viva en la memoria de los que te quisimos.

viernes, 24 de enero de 2020


FUEGOS FATUOS
En mi niñez, los chiquillos hablábamos de las llamas en las tumbas del cementerio, chispazos que los más enterados, explicaban como el  espíritu del muerto, saliendo  a espantar, al cebolla que se atreviera a saltar las tapias del cementerio. Siempre había alguien que decía conocer a alguien implicado, en tal  sucedido con un fiambre, incluso aportaba el dato del referido así como el de la desnortada víctima del espanto.  Cosas de chiquillos, tiempos lejanos por razones de edad, almas cándidas sin acceso a Netflix, ni cosa parecida. Atardeceres propicios  para la conversación hiperbólica, apurando  los últimos momentos juntos,  días de pesadillas y terrores nocturnos, fruto de la imaginación. Nos fuimos haciendo mayores y la inocencia fue cambiando de tonalidad, aprendimos que los fuegos fatuos eran solo una vulgar reacción química, sin darnos cuenta, empezamos a necesitar ver la televisión, para seguir teniendo miedos nocturnos. Pero la vida sigue, aquellos fuegos fatuos, hace años, que ya no le interesan a nadie. El motivo de nuestras pesadillas actuales tienen cierta conexión con aquel fenómeno: La gente vana y estúpida, se ha adueñado de nuestras vidas. Todo el mundo sigue a gente por las redes sociales, gurús de lo absurdo, creando estilo, auténticas sectas de gente fatua,orgullosa de serlo. La auto censura ese es el virus de nuestro tiempo, expandido por una legión de  acólitos, utilizando autopistas digitales, diciéndote lo que tienes que comprar, vestir, y hasta como pensar. Destrozando cualquier posibilidad de pensar por tu cuenta, hemos topado con el reino fatuo de lo políticamente correcto. Toda idea que se salga del carril es rápidamente laminada por la superioridad moral por el analfabetismo digital. Los caminos del pensamiento necesitan, en la actualidad, uso de cadenas, por culpa de la inmensa nevada de idioteces, todas dichas, como no, con lenguaje inclusivo. Si por un casual tu dijeras trabajadores, solo eso (manque en el colectivo hubiera machos y hembras), te habrías ganado el derecho a que un subnormal o varios (esta palabra esta proscrita, por eso la pongo) se indigne y entre en trance. Solo con esa ridiculez, tienes el raro placer de que  te insulte el universo. En este estado de cosas, pensar y hablar, se convierte en una tarea desértica. En las arenas de la auto censura quedaron cientos de palabras, asesinadas por esa plaga que algunos llaman progresismo. Haciendo uso de mi derecho a la disidencia, les diré que el progresismo, el lenguaje inclusivo y la auto censura, son un mantra usado por los que tienen poco o nada que decir, hacer y por supuesto soñar.  En esa balsa de metano, emponzoñada por la corrección política, todavía hay fuegos fatuos, pequeños chispazos intelectuales, que burlan el cerco, de la gran conjura de los necios.  Por eso merece la pena observar las gavillas de idiotas, esperando el momento, del siguiente fuego, sin perder la esperanza. Cuando este se produce, uno sueña con que todo no este perdido.

jueves, 14 de noviembre de 2019


EL RECUENTO

Lo de ir a elecciones se ha convertido, para los españoles, en una tarea cotidiana similar a cambiar los armarios cuando llega otra temporada o el mismísimo  día de la lotería. De no votar en cuarenta años, salvo para glorificar al generalísimo,  hemos pasado a montar  urnas cada trimestre. Somos mucho de Juan o Juanillo, el término medio no lo conocemos, probablemente porque nuestra democracia es muy joven, como para conocer todos sus resortes. Creímos que era una hazaña no matarnos en el 78, pero no bastaba, teníamos que exprimir nuestro derecho de votación hasta apurarlo. Votar es solo una parte de la historia, la segunda lección, mas importante, es convivir con el resultado, por el periodo que toque. Deberemos aprender a respetarlo y soportarlo (sobre todo si nos es adverso), requisito básico para  avanzar como nación y como pueblo. Los políticos con su actitud, no ayudan mucho. Al percatarse de que los españoles votamos con las tripas, dirigen los golpes en esa dirección. Si nuestro nivel fuera otro, probablemente cambiarían de estrategia. No vale con que tu partido gane, tiene que hacer misión prioritaria laminar al contrario y a todos los que lo votan. En ese estado de cosas, el producto que venden nuestros políticos, pagados por todos, es la promesa de aniquilar a los vencidos. Obviando el detalle que estos también son españoles, lo que nos aboca a una  historia  decepcionante para todos. Como cada poco tenemos que votar, en vista del pobre esfuerzo por convivir, la  nación es víctima de carroñeros de baja estofa, tales como independentistas, sectarios y demás morralla. Nuestra misión como ciudadanos es superar el estado de odio perpetuo al contrario y salvar el obstáculo de la convivencia. Yo quizás no lo vea, pero no me da la gana dejarle a mi nieto un país infestado de odio y asolado por Caines. Soñador que es uno.



martes, 30 de julio de 2019


Huerfanito



El abandono de perros es una de las lacras del mundo desarrollado, cuanta más abundancia peor tratamos a los animales. El otro día, trabajando con nuestros perros en la zona del Tajo de los Vados, se acercó a la furgoneta de la unidad canina un perrillo famélico. Viéndolo en un estado tan deplorable, decidí llevármelo y tratar de buscarle un dueño. Cuando nos íbamos, me fijé en un bulto blanco que había en el cañaveral, comenté con mi compañero que parecía que había otro por allí. En los días siguientes seguimos trabajando por la zona, lo vimos varias veces y tratamos de echarle mano, no hubo manera, rehuía el contacto con humanos. Una tarde me llevé a un buen amigo, gran conocedor de perros, pensando que entre los dos, lo podríamos coger, nada. Estando por el sitio,  hablamos con un hombre del campo, nos dijo que el perrillo era muy tímido, le echaban los restos de comida y se los llevaba al cañaveral de al lado. Como tenía allí una caseta donde guardaba las herramientas, le propusimos darle unas latas de comida, ponerlas  dentro y si entraba que cerrara la puerta y nos avisara. Le dimos nuestro número de teléfono y nos alejamos a dejar que nuestros perros de trabajo se refrescaran un poco. No habían pasado cinco minutos cuando oímos las voces del labriego, comprendimos que la trampa había funcionado. Con cuidado abrimos la puerta, allí estaba lo mínimo que se despacha en perro, un podenco delgadísimo que solo había sobrevivido gracias al agua del Guadalfeo (la muerte de los perros abandonados suele ser por deshidratación, pero este no iba a ser el caso). Siempre pienso que las cosas pasan por algo, confiaba que estos dos perros alegrarían la vida de alguien, tonto que es uno. Llevamos al perro con su hermano, a los dos días ya era otro animal. La comida era su obsesión al principio pero pronto buscó las caricias humanas, algo desconocido  para él. Y el destino hizo el resto: Me enteré de un conocido que se recuperaba de una grave enfermedad, andaba buscando un perro para su cortijo, quería un perrillo mediano que fuera tranquilo. Las leyendas normandas hablan de las hilanderas, tejiendo  los hilos del destino, este era el caso: el perrillo que algún hijo de puta abandonó,  le iba a dar cariño y compañía a alguien que lo necesitaba para pasar el trago. Hay días que gente corriente es feliz, no porque tenga más sino por haber podido hacer algo por alguien, así pasó esta vez. Allí dejé a blanquito, correteando por la parcela sembrada de aguacates, viniendo de vez en cuando a robar una caricia de un buen hombre. Cuando me iba, antes de cerrar la puerta del cortijo, eché un último vistazo: El dueño  contemplaba el paisaje con mirada tranquila. El perro, apoyada la cabeza , durmiendo plácidamente, encima del único pie del hombre. Todavía tenemos en el campo a su hermano, pero como soy un optimista sin remedio, sé que su dueño anda por ahí. Mientras, lo cuidamos con mimo, para cuando su alma gemela aparezca y la magia funcione como con su hermano.


martes, 2 de julio de 2019


Misericordia

La misericordia es la inclinación a sentir compasión por los que sufren y ofrecerles ayuda. Soy optimista y pienso que todo el mundo tiene este impulso activo, en mayor o menor medida, la vida real me enseña, no pocas veces, que no siempre es así. El jueves pasado, llevaba dos perros a entrenar por la orilla del río. Tomé el desvío de Guájar, inmediatamente me desvié por el  camino, buscando la ribera del Guadalfeo, aparqué  y cuando iba a abrir el portón trasero de la furgoneta, se me acercó un perrillo famélico. Con una correa de lazo y  mucho paciencia, fui dejándolo acercarse  hasta que lo pude coger. Era un cachorro de podenco, solo piel y huesos. Estaba claro que era víctima de algún desaprensivo que lo había abandonado. Me lo llevé al campo donde tenemos unas perreras, le puse una pipeta contra los parásitos, le di de comer y me vine para el pueblo. Publiqué la escena del perro comiendo en las redes para ver si alguien se lo quería quedar, no estaba dispuesto a mandarlo a la perrera sin hacer un intento de buscar alguien que le diera una buena vida.  Cientos de felicitaciones y lo más curioso: Decenas de llamadas de gente que quería deshacerse de un perro. Por arte de las redes me había convertido, a los ojos del público, en un albergue para perros. Yo no creo que tenga ninguna importancia rescatar un perro abandonado, si puedo lo hago y ya está, no pensé más allá de eso. Leyendo tantos mensajes misericordiosos  pensé en la diferencia entre recoger un perro abandonado y sentir compasión por los cientos de inmigrantes que arriban al puerto día si y día no. Llegué a la conclusión de que lo primero esta magnificado, mientras que lo segundo es de uso político. Está muy bien visto rescatar perros abandonados, nadie habla en contra de tal actividad, es más, cuando llega la temporada estival, la administración y las asociaciones, hacen campaña para evitar el abandono de perros. Tratándose de inmigrantes la cosa cambia, en este tema todo el mundo maneja opiniones encontradas sobre el asilo de personas desesperadas, famélicas, que arriesgan su vida para tener una vida mejor.  Está bien visto adoptar un perro pero se discute mucho sobre qué hacer con los inmigrantes. Una sola opinión sobre perros y muchas  sobre personas, algo no funciona  ¿Dónde está la misericordia? Al día siguiente de tenerlo ya había dado con un dueño compasivo que tendrá la suerte de disfrutar del perrillo rescatado, pero solo cuando lo engorde un poco,  cada vez que lo miro, no puedo evitar pensar en esas pateras cargadas de sueños, estrellándose sobre un muro de intransigencia cateta y despiadada. 

martes, 4 de junio de 2019


Solos
En mis paseos por el centro, me cruzo con dueños de perros, estos,  pacientemente, acomodan su andar al ritmo peripatético de sus canes. Quiere esto decir que si el perro se para a leer una meada, el amo se para, pensando en sus cosas, hasta que el perro decide continuar. Suelo pasear  por la avenida Salobreña hasta pasado el Cuartel de la Guardia Civil, ahí giro a la derecha por la parte de atrás del colegio de los Agustinos en dirección al Mercado. Nerón, con ritmo cansino, hace camino poquito a poco, es un perro de casa, nada parecido a los que tengo de trabajo, quiere esto decir que aquí se tiene más manga ancha en cuanto a control. Él lo sabe y se centra en hacer las cosas despacito, sin echar cuentas del dueño, cumpliendo con el rito, no confesable, de cagar donde más estorbe y  sea muy difícil de recoger. Pero los dos somos antiguos compañeros y sabemos el guion, los paseos suelen ser momentos placenteros.  Al pasar por las plazuelas que tienen bancos, suelo encontrar personas muy mayores rumiando su soledad, mirada perdida en el infinito, quietud  absoluta de gente  a la que ya nadie le dice nada. A mí me educaron en la condición de saludar a todo el que me encuentro, de modo que cuando paso junto a una persona sentada en un banco,  le doy las buenas tardes. Por un momento se le ilumina la mirada, respondiendo al saludo, pero inmediatamente vuelve  a rumiar su abandono, están solos. En esta sociedad tan desarrollada, la asignatura de la soledad no está bien  resuelta. Producto de una cultura hedonista, donde disfrutar de la vida es la religión dominante, no hay  tiempo para hacer compañía  a nuestros  mayores. Cada mirada perdida,  esconde  desvelos de los que un día fueron padres esforzados, de hijos a los cuales, educaban en el egoísmo más absoluto. En justa retribución, reciben ahora como castigo, una vida vacía y solitaria. Frecuentemente, en las redes sociales, se ven historias de perros buscando una familia. Demandas de adopción de animales pero ninguna de viejecitos. Un mundo de personas abandonadas  rodeadas de animales de compañía. Como poco hay que hacérselo mirar.

sábado, 6 de abril de 2019


DANTE

El año pasado por el mes de mayo, nos trajeron un perro de tamaño pequeño con, año y medio  de edad, para ser adiestrado  en rescate de personas. Dante, un pastor belga Malinois, con una historia muy frecuente, por desgracia, en esta raza: Una familia lo había comprado como animal de compañía  siendo un perro de trabajo, con su correspondiente alta energía. El resultado final había sido el abandono en una oscura cochera durante meses, hasta que alguien lo recuperó para darle una vida funcional. Los primeros días fueron de adaptación, nosotros sin experiencia en trabajo con  un perro ya maduro y él habituándose a una situación totalmente nueva. Con paciencia fuimos acoplándonos unos a otros. Comenzamos sacándole el ladrido  demandando  el juguete y el juego con el mismo. A continuación  las primeras búsquedas simples que poco a poco se fueron complicando. Casi sin darnos cuenta, pasaron dos meses, Dante ya tenía claro cuál era la función de un perro de rescate. Los retos fueron subiendo de nivel hasta que dimos nuestro trabajo por terminado. Como todas las despedidas, la de Dante nos dejó un regusto agridulce, por una parte la  alegría por haber terminado nuestra misión, por otra tristeza al  perder de vista al pequeñín. De vez en cuando seguíamos sus trabajos por las redes, ya no nos acordábamos de él, cuando recibí una llamada  diciendo que  habían devuelto el perro pero iban a intentar colocarlo en una empresa de seguridad , para el registro en camiones en busca de polizones. El perro podía hacer ese trabajo sobrado, pero para más seguridad, dije de traérnoslo unos  días y refrescar el concepto. Dante trabajaba con buen ánimo, demostrando una actitud buenísima, pasado un tiempo, nos tocó despedirnos otra vez. Al mes exacto nos vuelven a llamar; el perro está  en una perrera. No lo dudamos,, decidimos que no  íbamos a permitir ni una vuelta más: El perro se quedaba con nosotros para siempre. Fuimos  a Granada y nos lo bajamos con los nuestros, el perrito saltaba de alegría y nosotros contentos de contar con un nuevo perro en la unidad. El primer día que fuimos al campo observamos que el perro no calculaba bien las distancias. La veterinaria nos avisó de que el perro no veía, tenía inflamadas las corneas. Lo llevamos al hospital veterinario donde nos confirmaron la terrible noticia: Desprendimiento de retina en los dos ojos, visión irrecuperable. Nuestro Dante estaba ciego. Curiosamente el perro trabajaba, a pesar de todo, así que  no íbamos a dejarlo en una jaula toda la vida, lo sacaríamos al campo, todas las tardes con los otros.. le proponíamos los mismos trabajos que a los otros perros , no sabemos como pero cumplía, pasando por encima de sus limitaciones, ladrando al figurante con energía y jugando con este. La ceguera ha sido arrollada por el entusiasmo   de nuestro pequeño héroe canino. Desde ese día, trabaja con pocas limitaciones, hace las mismas búsqueda que los demás y se apaña sin ojos. Nunca será un perro operativo, aunque  él no  lo sabe,  será un perro de trabajo y tendrá una vida más digna que los mierdas que lo dejaron ciego. Si sabes observar bien, puedes aprender mucho de las cosas que pasan, lo que se aprende de un perro ciego y  entusiasta sirve para otros órdenes de la vida. A día de hoy seguimos trabajando, no nos resignamos a  dejarlo sin ninguna función operativa : Contemplamos  la posibilidad de  formar a Dante como perro de rastro, al fin y al cabo, no necesitaría de la vista. Nos hemos puesto en contacto con nuestros maestros de búsqueda, iniciándonos en el  aprendizaje y posterior aplicación de la técnica de rastreo. La historia de Dante, el perrito con un corazón muy grande, no acaba aquí. Como en la Divina Comedia: Continuará.