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martes, 24 de enero de 2017

Emparejados

Vivir en pareja es una ciencia, hay que dar cabida en el mismo roal todas las necesidades de dos personas  que hasta ese momento, vivían cada una por su lado. La convivencia no es fácil pero con buena voluntad a todo se adapta uno. En mis tiempos empaquetábamos la familia en el mismo hatillo de la pareja,la cosa ha cambiado. Dos personas que se van a vivir juntas y pueden parar ahí, nada de aspirar a tener hijos, ni sus consiguientes complicaciones. Me cuentan y no paran sobre  sistemas de emparejarse: En algunos casos, se reparten los gastos y el resto del dinero cada uno para su bolsa, a medias en todo. Algunas parejas culminan su felicidad comprando un perrito, tratándolo como a un  niño, celebrándole cumpleaños y poniendo frases cariñosas en las redes sociales, con foto del can delante de una  tarta con velitas. Esto es lo que viene siendo vivir en pareja, formar una familia es otra cosa, ese era  el objetivo vital para las generaciones anteriores. Nunca en la historia, la población ha envejecido a la velocidad que lo hace ahora,  vivimos más y no nacen niños, una mezcla explosiva. Un hijo se ha tenido en tiempo y forma para cubrir sus expectativas, la paternidad exige un esfuerzo físico  que algunas de las parejas actuales no tendrán cuando les llegue el turno, por una mera cuestión de edad. Una madre primeriza con cuarenta años lo tiene crudo y  su hijo  se perderá muchas experiencias. Yo he tenido a mis hijos antes de la treintena, he disfrutado de ellos haciendo lo mismo que ellos hacían, fui capaz de nadar travesías, hemos andado en bicicleta con la misma exigencia y ahora, todavía, vamos al campo los tres juntos, pero ya soportando el puteo por lo viejo que estoy. Tengo sesenta años y me ha dado tiempo a todo, dudo mucho que algunos de los que hoy sostienen el discurso de la eterna juventud, tengan la oportunidad de jugar con sus hijos de igual a igual. En los años setenta se instauró la teoría de que los jóvenes disfrutaran de la vida (lo cual dicho sea de paso, se hizo siempre). El mensaje se fue subvirtiendo en las décadas posteriores, hasta que el ocio tapó el resto de obligaciones, creándose un mundo- disneylandia absurdo, sostenido por papis y mamis que metían el hombro y ponían pagas semanales de mucho postín. Cincuenta  años después, mola irte veinte días al caribe cada fin de curso para relajarte después del esfuerzo, hacerte fotos con los colegas paseando en barca o haciendo surf. Menos trabajando, de todas las posturas. Vida de jovenzuelo hasta los cuarenta, alegando que la cosa esta muy mala, imposible salir de casa de papá antes de esa edad, sometiendo a la economía familiar a una extorsión económica, porque yo lo valgo. En esta época la sanidad es gratuita, todo tipo de subvenciones, posibilidades extraordinarias de acceder a servicios, más que en toda la historia. El principal obstáculo es el discurso sobre prolongar la juventud hasta los cuarenta y tantos, quitándose cualquier atisbo de responsabilidad. No se puede generalizar  pero  mira esos programas de Telecinco y luego me cuentas los objetivos vitales del personal. Con este panorama parece una heroicidad irse a vivir en pareja a  gastos compartidos. Pero lo realmente meritorio  es casarse por el rito que sea, Decirle a la cara a la mujer o al hombre con el que te casas: Quiero formar una familia contigo. Pero esa es otra historia, que va de compartir: entrega, esfuerzo,  penas, las alegrías y lo que vaya viniendo. Discurso nada original pero que ha hecho que el mundo sea lo que es, mucho más que hombres mujeres y viceversa. Tantas vueltas para no llegar al compromiso hastía y aburre. Allá ellos, cuando les llegue la jubilación que sus pagas las cubran sus hijos.