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miércoles, 4 de mayo de 2011

GATO EXTRAVIADO

EL AGUA MILAGROSA

En el fútbol de antaño, cuando alguien se lesionaba, era atendido en el terreno por el masajista del equipo con armas armas sanitarias muy rudimentarias, a saber, las manos y un golpe de agua espurreada por la zona dolorida, eso en el mejor de los casos. Si el dolor era muy disperso, el agua se convertía en riego por aspersión, la mayoría de las veces el futbolista se levantaba, huyendo del golpe de agua, con cara de pollo atravesando un balate. Si la cosa se complicaba a nivel óseo, el remedio pasaba por la tradicional escayola, aplicada esta, por el medico del pueblo,sin adornos de heparina ni demás galguerías, lo que venia siendo un golpe de escayola, adherida durante tres meses a la extremidad del interfecto. De los resultados de estas reparaciones domesticas, hablan por si solas, alguna doblez o cojera entre los deportista de mi quinta. Mención especial merecen los magos del arreglo de huesos y ligamentos, entre ellos cabe recordar a Arturo Pesa poco, afamado masajista del Motril antiguo, aquel que jugaba en el Majuelo. Cuando yo lo conocí era conserje en instituto Javier de Burgos, ya mayor, arreglaba las torceduras de los muchachos con sus manos callosas y penetrantes, sin apenas dolor, no me pregunten por el método, pero de los resultados puedo dar fe, un par de veces me arregló los tobillos, como por arte de magia. Tiempos de masajistas indocumentados y médicos de pueblo, era lo que había y con eso nos apañábamos. El otro día, en un movimiento brusco, se me produjo una contractura en la parte alta de la espalda, en la paletilla, chispa mas o menos. Mi hijo Carlos, al verme con la cara mas apretá que un chino comiendo limones, me preguntó qué me dolía, se lo conté y rápidamente me dio la solución: Tienes que ir a arreglarte esa contractura, pero es que yo no he ido nunca a que me den un masaje,le dije, no te preocupes que yo te busco un sitio. Dicho y hecho, él mismo se encargó de pedirme hora en la consulta de José Carlos, mi vecino de pagina y medico del Motril, durante muchos años, fuera aparte de ser amigo de la infancia. En dicha clínica trabaja María, la hija de otro amigo de toda la vida, a la sazón fisioterapeuta, una muchacha mu bonica, con cara de no haber roto un plato, excuso decir que a esta alturas la única referencia que tenia yo de un masaje era la de el bueno de Arturo, quitándome un esgince a base de trastear con las manos en el tobillo. Había una camilla con un agujero en medio por la parte de la almohada; quitate la camisa y tiéndete boca abajo, me ordenó, allá que me puse, con la cara en el boquete, mirando al suelo, atento a la retaguardia, totalmente desguarnecida, esperando ver por donde iba a venir el ataque, eché en falta unos espejos retrovisores en la susodicha camilla. Un clic y al momento noto calorcito en la zona donde tenia la contractura, al parecer tenia una lampara enfocándome la zona. Mira que bien, pensé yo, no es para tanto, de esta guisa estaba yo cuando oigo suspirar a María, le pregunto qué le pasa: Mi gato, se me ha escapado, la noto triste e intento consolarla; vamos chiquilla, seguro que esta de fiesta, ya veras como vuelve mujer, otro suspiro, en fin lo he intentado, pensé. Siento como se apaga la lampara e intento levantarme ¿adonde vas? me pregunta, no se.. pensé que ya habíamos terminado ¡si ni siquiera hemos empezado¡ sobre la marcha siento unas manos pequeñas presionando la zona dolorida, un latigazo de dolor, hundo la cabeza en el maldito agujero, casi lo doy de si, veo las puntas de las zapatillas de la muchacha, esta cargando la suerte, como los toreros, otra pasada por el corvejón, se me ocurre que esta cabreada por lo del gato y lo esta pagando conmigo, con la retirada cortada, levantarme y huir no es una opción, no queda más que aguantar de cualquier manera; el martirio chino duró mas de un cuarto de hora,cuando me incorporé estaba sudando como un pollo. Bueno, dentro de dos días te pasas para que te terminemos de arreglar, me dijo María, y un huevo me coges tu a mi otra vez, pensé para mis adentros. A las dos horas el dolor había desaparecido y la contractura ni se notaba, aquel arreón en la camilla había servido, volví a ir para terminar de arreglarme y así lo hizo, pero esta vez no pregunté por el gato, por si las moscas. Ya no siento dolor, todo se ha curado, menos el susto del primer día.
Espero de todo corazón, que María recupere su gato y que los demás recuperemos la memoria de toda la gente que durante años, ha facilitado la vida al prójimo, sea conserje,medico,labrador,ama de casa u lo que sea menester.

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