Obra maldita
La provocadora y desafortunada frase de una política, sobre lo listos que son
los niños de una comunidad (Castilla León)
con respecto a los andaluces, has sido el principio de una polémica muy
útil para el sarao político. Ofensores y ofendidos, las dos Españas, han sacado
las facas verbales y se han dado navajazos sin miramiento ninguno. El
comentario no ha tenido ni un minuto de atención por parte y parte, es decir,
nadie ha comprobado la aseveración de la
ex ministra, por si estuviera atinada, vaya usted a saber. Pero claro, admitir
que el encuadre está cerca de la realidad, compromete a los políticos en el
poder y al temible corporativismo que rápidamente ha levantado los brazos,
demandando offside del contrario. Pero hete aquí que mi compañero Miguel
González nos enseñó una clasificación donde nuestros peores augurios se
confirmaban, estamos a la cola de casi todo, comprensión lectora incluida. El
ruido de los que tienen mucho que esconder, no deja pensar en la razón de la situación:
casi de tercer mundo. Los lamentos por tener una mierda de ley de los
enseñantes, dan para muy poco teniendo en cuenta que Castilla León tiene la
misma. El discurso corporativista, suena a excusa de mal pagador, algo tendrán
que ver ellos, individuo a individuo, en que los infantes andaluces no desarrollen su comprensión lectora, no todo
va a ser culpa de la ley, la soldada se la dan, mientras no se demuestre lo
contrario, por instruir niños. Leyes de mierda aquellas, las impuestas por la
dictadura, con el conocimiento
contaminado, la violencia y el maltrato en las aulas (ríete tú del bulling)
unas infraestructuras del siglo XIX y un sinfín de impedimentos económicos.
Entonces la ley amparaba una máquina de picar carne a ritmo de la frasecita: ¨Quien
bien te quiere te hará llorar¨. Así y todo, con una vida docente asfixiante,
había gente comprometida con la enseñanza, personas que dejaron en nuestra
generación un poso para todas nuestras vidas. Nunca se quejaban delante de
nadie (al que asomaba la cabeza se la cortaban) pero hacían su trabajo de una
manera abnegada, utilizando, probablemente peores conocimientos que los actuales,
sacando a la gente del analfabetismo, una lacra que se daba por desaparecida
pero de vuelta a ritmo de reggaetón,
ayudada por el escaso compromiso de algunos. Supongo yo, que el espíritu de
aquellos viejos maestros nacionales, pervivirá en muchos corazones de los
docentes de hoy. Pero habría que hacer mucho más por revertir resultado tan
desastroso. No me resisto a poner aquí la frase de Heinrich Heine: Un amigo me preguntaba por qué no construíamos ahora
catedrales como las góticas famosas, y le dije: "Los hombres de aquellos
tiempos tenían convicciones; nosotros, los modernos, no tenemos más que
opiniones, y para elevar una catedral gótica se necesita algo más que una
opinión". Pues eso: Menos samba y más trabajar.
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