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viernes, 29 de noviembre de 2013


LA FIESTA NACIONAL
 Tres de la tarde de un sábado, el sueño de un hombre de su casa, echarse la siesta. Desparramado en el sillón, mirando la tele, comienzas a perder la consciencia y cuando quieres acordar son las seis de la tarde, ese cuerpo ya esta listo para lo que sea menester, reparado de una semana de ajetreo y trajín. Frontera entre dos  universos, lo de dormir por la noche suena a respirar fuerte, asignatura  obligatoria, mientras que lo otro es para virtuosos. La siesta es un  lujo asiático, manque lo hagas en mitad de la Avenida de Salobreña, una siesta es una siesta. Felices me las prometía yo este sábado, mi parienta y su hermana se iban a Granada a ver a una sobrina. A mi me habían dejado un guisillo y el encargo de que no pusiera nada por medio, afuera aparte del paseo nocturno de Nerón, a la sazón mi perro y compañero de fatigas. Después de papearme  el guiso, bajo la atenta mirada del perro, nos fuimos los dos al salón a cumplir con el rito del sesteo. El bueno de Nerón, que se había apañado con su pienso, me miraba con cierto rencor, pero viendo como me aposentaba en el sillón ,echó pelillos a la mar y se acurrucó encima mía. El amo de mi casa, toda para mi, entrecerré los ojos entrando en un sopor que prometía un sueño placentero. Me despertó el ladrido del perro, el teléfono sonando, me levanté como un zombi y lo cogí: Tío soy Jorge ¿esta ahí mi madre? No, tu madre se ha ido con tu tía a Granada.¡Ah¡ bueno ya la llamo yo. Vuelta a despatarrarse, ahora si, para dormir a pierna suelta. Al cabo de media hora cuando ya estábamos los dos más allá del mundo, vuelta a sonar el teléfono: Tío soy Noelia ¿Tú sabes si van a subir mi madre y tu mujer a Granada? Lo se yo, lo sabes tu, lo sabe tu tía y lo sabe la madre que te parió, bonica. Antes de colgar me dio las quejas por el mal carácter que estoy echando. De tanto levantarnos y sentarnos el perro optó por buscarse la vida debajo de la mesa de camilla, lo del mejor amigo del hombre dura dos telefonazos. No habían pasado  quince minutos cuando vuelve a sonar el teléfono, la tía de Jazztel de todos los sábados, ni me acordaba. No, no me quiero cambiar de línea, señorita, si acaso irme a vivir a La Línea, a ver si allí no dan ustedes por el culo, cuelgo, meto el teléfono debajo de la almohada del cuarto de mi hijo y me pongo a dormir por cojones, sin gracia ni nada, con los ojos apretados, como un chino comiendo limones. Me desperté a las ocho, cuando mi parienta aparecía por las puertas, con cara de pocos amigos. A los hombres, cuando nos pasa esto, echamos cuentas de lo que hemos podido hacer, pero yo tenia una buena coartada había estado durmiendo la siesta, claro que como único testigo tenia al perro. Hay que ver hijo, se puede caer la casa y tu tan tranquilo. ¿Pero que he hecho yo? Nada, eso es lo que has hecho, te he llamado seis veces, para ver si te compro calcetines de invierno y no coges el teléfono. Desde estas líneas ,cagarme en todos los antepasados del señor Graham Bell, por estar trasteando con hilos en lugar de  dormir la siesta.

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