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sábado, 3 de junio de 2017

EL VALLE DE JOSAFAT

Mi madre ha pasado de los noventa, conserva todo su conocimiento, los achaques de la edad los afronta con espíritu alegre y  alguna pastilla de ibuprofeno. Su situación la tiene clara, según ella, hasta hace poco se sentía mayor pero ahora ya se va sintiendo vieja. Lo expresa sin ningún rencor, es lo que hay, lo que nunca hará es engañarse, no le pega. Las tardes de los domingos disfruto en compañía de mi madre junto a mi hermana Mercedes. Cuando sale el tema religioso ella expone su particular idea de cómo ha de ser el asunto: Tiene una legión de santos a los cuales hacer peticiones con sus correspondientes oraciones. Para cada uno de su familia y allegados tiene un santo de guardia, dependiendo del lio en que se encuentre. En el caso de que alguien  esté pasando un momento malo de trabajo, mi madre acude a San Pancracio. No se escapa nadie, nuestro sobrino Abdulai lo tiene encomendado a San Martin de Porres. Hasta Rex, nuestro perro de rescate, cuando tuvo que ser operado de displasia, tuvo sus rezos, pidiendo  por él a San Roque y para ser sincero con todo éxito, hoy corretea por esos campos como si nunca hubiera estado inútil. A ver quién es el listo que  la convence de que su táctica no funciona. Le ha ido bien, de modo que lo más prudente es no protestar, su creencia  no hace daño a nadie y  le permite sentirse útil al servicio de los demás. Cuando todos hemos pasado tiempos tenebrosos, nunca nos ha faltado la fe de nuestra madre. Habla tranquila de su final, lo ve natural y hasta hace chistes sobre el día que entre en el valle de Josafat. Según su versión del sitio (donde van todas las almas, cuando abandonan este mundo): un lugar bonito donde se reencontrará con los suyos a esperar el momento del juicio final. Vamos que es la estación central, donde se junta el personal antes de que te asignen sitio  donde pasar la vida eterna. Si has sido un canalla, prepárate para ir a las calderas de Pedro Botero. Si por el contrario, has llevado una vida honesta, te ascenderán al cielo en un periquete. Los dudosos o aprobados por los pelos, se quedaran en el purgatorio, una especie de lavadora de pecados, hasta que sean dignos de ir al cielo. Con los coñones que hay en mi familia, no es de extrañar que hagan sangre sobre el dichoso valle: Mamá, ¿Entonces en el valle están todos los que ya se fueron y todos los que estamos aquí? Eso es, contesta ella muy firme. Pero entonces los que no te caen bien también van allí. Naturalmente, pero yo haré como que no los veo. Pero madre si el valle tiene que estar de bote en bote, lo mismo te encuentras con tu ex consuegro o algún ex yerno. Me da igual,  encontraré a  tu padre y juntos buscaremos un sitio para estar tranquilos. Mi madre tiene sus creencias, a ella le funcionan, preparándola para el último paso, con toda dignidad y señorío. Mamá quédate otro rato con nosotros y luego, cuando Dios quiera, guárdanos un roal en el valle.

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