EL RECUENTO
Lo de ir a elecciones se ha
convertido, para los españoles, en una tarea cotidiana similar a cambiar los
armarios cuando llega otra temporada o el mismísimo día de la lotería. De no votar en cuarenta
años, salvo para glorificar al generalísimo,
hemos pasado a montar urnas cada
trimestre. Somos mucho de Juan o Juanillo, el término medio no lo conocemos,
probablemente porque nuestra democracia es muy joven, como para conocer todos
sus resortes. Creímos que era una hazaña no matarnos en el 78, pero no bastaba,
teníamos que exprimir nuestro derecho de votación hasta apurarlo. Votar es solo
una parte de la historia, la segunda lección, mas importante, es convivir con
el resultado, por el periodo que toque. Deberemos aprender a respetarlo y
soportarlo (sobre todo si nos es adverso), requisito básico para avanzar
como nación y como pueblo. Los políticos con su actitud, no ayudan mucho. Al
percatarse de que los españoles votamos con las tripas, dirigen los golpes en
esa dirección. Si nuestro nivel fuera otro, probablemente cambiarían de
estrategia. No vale con que tu partido gane, tiene que hacer misión prioritaria
laminar al contrario y a todos los que lo votan. En ese estado de cosas, el
producto que venden nuestros políticos, pagados por todos, es la promesa de
aniquilar a los vencidos. Obviando el detalle que estos también son españoles, lo
que nos aboca a una historia decepcionante para todos. Como cada poco
tenemos que votar, en vista del pobre esfuerzo por convivir, la nación es víctima de carroñeros de baja estofa,
tales como independentistas, sectarios y demás morralla. Nuestra misión como
ciudadanos es superar el estado de odio perpetuo al contrario y salvar el
obstáculo de la convivencia. Yo quizás no lo vea, pero no me da la gana dejarle
a mi nieto un país infestado de odio y asolado por Caines. Soñador que es uno.
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