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domingo, 23 de noviembre de 2014

LA LOTERIA

Tradicionalmente, el  pistoletazo de salida del periodo navideño lo da el anuncio de la lotería. Cuantas veces has oído aquello de: Si me tocara la lotería, dicho con ganas de vengarte de un jefe cabrón, de una parienta controladora o de un banquero canalla que te machaca con el recibo de la hipoteca. Lo de tapar agujeros es la solución más socorrida para emplear el pelotazo de billetes de los niños de San Ildefonso. La lotería es un juego de azar que cambia el destino del cinco  por ciento de los que juegan, deja tranquilos al veinticinco por ciento de los que pillan una pedrea, fríos al quince por ciento de los que les toca una terminación y encabrona al resto. Sobre el famoso cinco por ciento se han escrito muchas leyendas urbanas, desde el tipo que discretamente administra la suerte y la reparte entre sus allegados, hasta el gilipollas que despilfarra hasta el último euro. Todos conocemos a tiesos  tocados por la suerte y que hoy en día están peor que antes, individuos  a los que la suerte pareció cambiarles para mejor , en principio, cuando la realidad es que el  destino les tenía preparada  una trampa mareándolos,  hasta hacerlos caer en la más absoluta de las miserias. La suerte es caprichosa, acaso por eso todo el mundo aspire a un arreón para cambiar su vida. La buena suerte es una prueba más que hay que superar en la vida cuando se trata de un premio grande. Nadie está preparado mentalmente para asumir un golpetazo en  millones de euros  así como así. Dicho en frio, todo el mundo se cree capaz de asumir un cambio económico bestial. De vivir trabajando todos los días a pasar miedo por si secuestran a tu hijo que  es lo que suele pasar cuando te tocan veinte millones de euros. El pueblo llano es listo y siempre que se habla de que te toque la lotería, todos hablamos del famoso pellizco, lo suficiente para arreglarte las cuentas con el banco, la reparación del cuarto de baño de tu suegra y poco más, todo lo que  pase de ese supuesto es pernicioso. A los que les toca poco o nada, siempre recurren al argumento del premio de consolación: tener salud, razón que debiera de tener en cuenta el ministro de economía. Si fuera cierto, este país no necesitaría ambulatorios ni hospitales pues el setenta y cinco por ciento de los que juegan a la lotería estaría más sano que una manzana. Así las cosas para mí la lotería es una elección de vida, entre que me toque un cerro de billetes y quedarme solo, o que me toque un mojón y que pueda seguir haciendo la vida que llevo ahora. De momento yo elijo la segunda opción, pero como me toque la otra que se vaya preparando el idiota del banco, porque si algo nos distingue del resto de europeos es la mala leche y la buena memoria.  

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