LA LOTERIA
Tradicionalmente, el pistoletazo de salida del periodo navideño lo
da el anuncio de la lotería. Cuantas veces has oído aquello de: Si me tocara la
lotería, dicho con ganas de vengarte de un jefe cabrón, de una parienta
controladora o de un banquero canalla que te machaca con el recibo de la
hipoteca. Lo de tapar agujeros es la solución más socorrida para emplear el
pelotazo de billetes de los niños de San Ildefonso. La lotería es un juego de
azar que cambia el destino del cinco por
ciento de los que juegan, deja tranquilos al veinticinco por ciento de los que
pillan una pedrea, fríos al quince por ciento de los que les toca una
terminación y encabrona al resto. Sobre el famoso cinco por ciento se han
escrito muchas leyendas urbanas, desde el tipo que discretamente administra la
suerte y la reparte entre sus allegados, hasta el gilipollas que despilfarra
hasta el último euro. Todos conocemos a tiesos tocados por la suerte y que hoy en día están
peor que antes, individuos a los que la
suerte pareció cambiarles para mejor , en principio, cuando la realidad es que
el destino les tenía preparada una trampa mareándolos, hasta hacerlos caer en la más absoluta de las
miserias. La suerte es caprichosa, acaso por eso todo el mundo aspire a un
arreón para cambiar su vida. La buena suerte es una prueba más que hay que
superar en la vida cuando se trata de un premio grande. Nadie está preparado
mentalmente para asumir un golpetazo en
millones de euros así como así.
Dicho en frio, todo el mundo se cree capaz de asumir un cambio económico
bestial. De vivir trabajando todos los días a pasar miedo por si secuestran a
tu hijo que es lo que suele pasar cuando
te tocan veinte millones de euros. El pueblo llano es listo y siempre que se
habla de que te toque la lotería, todos hablamos del famoso pellizco, lo
suficiente para arreglarte las cuentas con el banco, la reparación del cuarto
de baño de tu suegra y poco más, todo lo que
pase de ese supuesto es pernicioso. A los que les toca poco o nada,
siempre recurren al argumento del premio de consolación: tener salud, razón que
debiera de tener en cuenta el ministro de economía. Si fuera cierto, este país
no necesitaría ambulatorios ni hospitales pues el setenta y cinco por ciento de
los que juegan a la lotería estaría más sano que una manzana. Así las cosas
para mí la lotería es una elección de vida, entre que me toque un cerro de
billetes y quedarme solo, o que me toque un mojón y que pueda seguir haciendo
la vida que llevo ahora. De momento yo elijo la segunda opción, pero como me
toque la otra que se vaya preparando el idiota del banco, porque si algo nos
distingue del resto de europeos es la mala leche y la buena memoria.
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