Exceso de comunicación
Mario, me estoy haciendo pipí,
comentario de una mujer a su pareja, durante la
proyección de una película. En medio de la fila de butacas, allí estaba, casi
en el centro de la fila y todos nos habíamos enterado que se estaba meando. En lugar de levantarse y buscar el servicio,
se dedicaba a publicarlo. El hombre que estaba a su lado, muy apurado, decía de acompañarla,
pero ella, haciendo ruidos como de apretar, le decía: Déjalo, voy a aguantar, dramatizando
como si estuviera en el asedio de Cádiz, a esas alturas toda la fila pendiente a ver en qué quedaba la
historia. Instintivamente yo también apretaba las piernas, le había quitado un
ojo a la pantalla, vigilando si la tía se meaba encima. Terminó la película, la
interfecta salió despacito, con el chocho muy apretado, con el desgraciado del
marido pastoreándola por detrás, como si fuera a dar a luz, supongo yo que a
los servicios. Al pasar por nuestro lado me fijé en la cara de Mario, un
mártir que tenía que soportar una mujer demasiado explicita con sus sentimientos mas íntimos. Es verdad que
la comunicación es fundamental para las relaciones humanas pero hay cosas que es mejor guardárselas para
uno. Cientos de gestos cotidianos que solo contribuyen a hacer menos llevadera
la insoportable levedad del ser. Parece que eres mejor persona cuantas más
quejas por hora puedas acumular, es triste pensar en cómo viven en la mayoría
de los rincones del mundo, como para andar poniendo cara de tristeza por cualquier gilipollez como no
tener la bicicleta último modelo o la pala de pádel mas molona o simplemente tener un peo enconado y contárselo al mundo. Somos un país
rico, con una buena vida, el único enemigo que tenemos somos nosotros mismos.
Ante la endémica falta de problemas
reales nos dedicamos a inventarnos alguno para parecer más interesantes. La gente
que hace la vida agradable a los demás se está convirtiendo en una especie en
extinción, por culpa de la dichosa manía de quejarse por todo.Contar cuando
tienes frío, calor,ganas de cagar o mear y paradójicamente, callarte cuando tienes unas ganas locas de hacer
el amor. Seguro que la tía que se meaba, nunca le diría a su marido: Mario me
estoy muriendo por echar un polvo. Así es la vida.
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