Mama, illa, venga ya illa, dame
ya dinero pal tatuaje hawaiano, illa. De tal guisa le hablaba un mozuelo, de no
más de dieciséis años, a su madre. La pobre mujer tenía un rictus de cansancio
en su rostro, supongo yo porque el mameluco la estaba acorralando, sin
compasión, con un discurso plagado de
¨illas¨, no era la primera vez que sufría el acoso de aquel intelectual del
reguetón. El interfecto ya lucia tatuajes en su cuerpo serrano, uno en la pantorrilla
y otro en la nuca, usease que ya antes había sufrido sendos ataques de
tinta china. Uno supone que tanta efusión tatuadora tendría su razón de ser, pero rápidamente
caigo en la cuenta que el tipo no aleja mucho, en lo que a cerebro se refiere,
así que cuesta pensar en episodios de vida, dignos de escribirse en la piel.
Momentos emocionantes tales como por ejemplo: Coger una cogorza con la Debo, su
novia de los últimos cinco minutos y celebrarlo grabándose en el gemelo seis
letras en árabe, a puritito dolor,
naturalmente sin puta idea de lo que dice la leyenda. Lo de la nuca puede tener
una explicación mas solvente, siempre
relacionado con una experiencia vital trascendente, algo como ver una
doble sesión de la película Blade. Lógicamente si te tragas la saga completa,
lo más normal es que te despellejes a tatuajes, hasta lograr superar la
experiencia. Esa madre condenada a soportar a tamaño imbécil, debiera de estar
becada por el ministerio de sanidad, tiene tarea aguantar a semejante hijo de Belcebú, por parte de padre. Si el maestro
Rafael de León insigne letrista de todas las grandes de la copla, levantara la
cabeza se escandalizaría de los que ahora se tatúan y de lo que ponen tatuajes.
Para la historia queda aquel Tatuaje, cantado por la Piquer: "Mira mi brazo tatuado/ con este nombre
de mujer/ es el recuerdo de un pasado/ que nunca más ha de volver./ Ella me
quiso y me ha olvidado,/ en cambio yo no la olvidé/ y para siempre voy marcado/
con este nombre de mujer". Eso si es una razón para hacerse un tatuaje y
no las gilipolleces de un imberbe ineducado. Yo venteo que tanta presión
filial es fruto de errores anteriores.
Es lo que tiene intentar ser el amigo enrollado de nuestros hijos, regalarle todo para no oírlos, caprichos pagados
como mordida, a cambio de que no den el
coñazo. Allí seguía el artista, acogotando a la madre, incansable, es de
suponer que al fin la pobre mujer acabara por aflojar la mosca. El señor la
ilumine y le de el parné al niño pero que a cambio le obligue a tatuarse,
afuera aparte de esa mierda hawaiana, un mensaje muy motrileño, recurso
utilizado por las progenitoras del contorno: ¨ Niño, me cago en la madre que te
parió ¨. Ojala le quepa en la frente y en letras chinas que son las que mas
molan.
victima de una mala educación. victimas de esta sociedad consumista y individualista.Grande Rafa.
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