LAS HADAS EXISTEN
En el año 2015 escribí este
artículo, en estas horas donde te vas, poco a poco, sin ruido, me niego a que
te vayas sin decirte, una vez más: Siempre serás mi hada madrina. Te quiero.
EL HECHIZO DE LAS HADAS
Los niños de nuestra quinta
adolecíamos de juguetes electrónicos, no había consolas ni herramientas electrónicas que nos distrajeran, de tal
manera que dedicábamos gran parte de nuestro tiempo a hacer el cafre, dando
bandazos por las calles de Motril y oír contar historias fantásticas. Las hadas
eran de dos clases: Las buenas buenísimas y las malas asquerosas. Ambas dos
tenían cabida en los relatos, dándose el caso de coincidir en el mismo cuento, cada una cumpliendo con
su papel. En mi cabeza ha quedado el sinónimo de hada como la de conseguidora, arreglando asuntos con su
varita mágica, haciendo fácil lo imposible. Una de las hadas madrinas más famosas puede que sea la del
cuento de Cenicienta, con un puñado de ratones y una calabaza, a golpe de
varita, apañó una carroza de caballos a
todo plan, así, como el que no quiere la cosa. Cuando nacemos, nuestros padres
nos buscan padrinos, para mí, mi madrina
ha sido lo más parecido a un hada que me
he encontrado en la vida: Rosario Hernández, casada con Don José Aguado, médico
de los de antes, hombre bueno donde los haya y a su vez mi padrino. Llegar a
casa de la madrina, en la calle San Francisco, era entrar en otro mundo, subías
las escaleras y te encontrabas con el gentío que vivía en aquella casa, comandada
por ella, desde lo que había dar de
comer para toda la caterva (más los que
se apuntaran) hasta el detalle más nimio, no se le escapaba nada. Todo con un
humor hilarante, cercano a la payasada, en cuanto había oportunidad. En tiempos
donde los bancos eran instituciones serias y como entonces no existía Internet,
se daban conformidad a los talones y demás documentos de pago por teléfono.
Ocurría una cosa curiosa: El número de aquella casa era muy parecido al de un
banco motrileño. Todos los días había que dar explicaciones: ¨ No, se ha equivocado
usted, esto no es un banco¨. Era tan frecuente el suceso que todo el que cogía
el teléfono, ya fuera de la casa o adscrito, deshacía el entuerto, con la
explicación correspondiente. Cuando la frecuencia de consultas subía demasiado
y harta de dar explicaciones, mi madrina tomaba el toro por los cuernos y se
dedicaba a dar conformidad a los talones con desparpajo, cuando colgaba
comentaba: A ver si así cambian el teléfono los del banco (nunca pensó en
cambiar ella el número). Para mí era un mito, el cual se acrecentaba la fecha
de mi cumpleaños, cuando me soplaba cien pesetas, un capital en forma de
billete marrón (cuando fui creciendo cambiaron
los colores del billete). Madrina te debo este artículo porque tú
formas parte de mi paisaje emocional. Enseñándome
ese espíritu indomable, fortalecido por la gracia torera que tienes, siempre
dispuesta a hacerle frente a lo que toque, sin volver la cara, con la buena sombra
por bandera. Por aquellas tortas de sol y sombra del horno Aguado,
dejarme jugar en el corral y por muchas vivencias más, pero sobre todo
haberme regalado durante toda mi vida, la amistad incondicional de tu familia. Además y afuera aparte: El regalo
extra de tu hijo Fernando, a la sazón mi compadre y amigo del alma, mi hermano.
En definitiva por hacer magia blanca con
el sentido del humor y el cariño que le has puesto a todo lo que has
hecho. Mi madrina está muy mal de las piernas y pasa los días rodeada de los
suyos. La cabeza le funciona a cien por hora: Sus reflejos son puestos a prueba
cada vez que alguna tele-operadora llama preguntando por su difunto marido:
Esta de crucero, le explica ella muy educada. ¿Y sabe usted cuándo volverá?
Pues no, porque no puedo ponerme en contacto con él. No se puede tener
más arte, a estas alturas tú sigues siendo
mi hada madrina. Siempre estarás viva en la memoria de los que
te quisimos.