Islandia de las maravillas
Cada vez que salta un
nuevo caso de corrupción, las redes sociales se llenan de imágenes de Islandia ejemplificando
el comportamiento cívico de los islandeses, haciéndonos de menos a los que
hemos tenido la mala suerte de nacer en España. Pontifican a este pequeño y
bello país, consagrado como oasis habitado por arcángeles. Tal simplificación,
como casi todas, ofrece fisuras, la más común es que casi nadie sabe nada de su
historia, dedicándose a jalearlo a partir de informaciones sesgadas y cogidas a
tresbolillo. Islandia es una pequeña nación que obtuvo la independencia de
Dinamarca el año1918, hasta entonces, su actividad se había limitado a pescar bacalao para comer
en semana santa por cuenta de los daneses. La habitan 331.000 personas que solo
pueden sobrevivir en el 21 por ciento de su territorio, el resto es terreno
volcánico con más agujeros que un queso de Gruyere. Los islandeses no han
perdido colonias, ni por supuesto las han tenido. No han aportado a la
humanidad nadie parecido a Severo Ochoa. Si bien es conocida su capacidad
literaria media (se calcula que hay diez mil islandeses que publican un libro),
no es menos cierto que poco más hay que hacer en aquellas tierras, afuera aparte de pasar frio,
trabajar en condiciones límites y empinar el codo. En el siglo XIII se cree que
fueron los descubridores de América con escaso éxito, solo fue un poner el pie
y salir pitando, no quedan testigos de tal hazaña. Tuvieron que pasar dos
siglos para que la corrupta monarquía católica, tomara posesión de aquellas
tierras, con sus luces y sus sombras, como hacemos nosotros las cosas: A estilo
compadre. Por marcar diferencias: los isleños tienen un premio nobel en su saca
y nosotros tenemos siete u ocho, según saque Vargas Llosa un pasaporte u otro.
Los españoles, desde siempre, nos hemos matado entre nosotros, derramado sangre
de todos los países limítrofes y más allá, cometido tropelías y hechos grandiosos, haciendo
historia mucho antes de que los gigantes rubios del norte, fueran siquiera
capaces de ponerse algo más que un taparrabos de piel de pescado. Nada en
contra de un país y su historia, máximo respeto, pero nadie ha llegado hasta
aquí por el mismo camino, el ejemplo acuñado por los modernos, no pasan de ser muletillas para disparar a los damnificados y los
que se han vendido a la riqueza trilera y tramposa de la corrupción. Como si
eso fuera una ocurrencia de nuestro tiempo, vamos que hasta el año 92, ha habido solo almas benditas por el mundo, Nadie ha tocado un sestercio que no le perteneciera y
mucho menos que alguien se hubiera vendido por la plata. El buenismo huye de
una idea más que probada: La maldad es consustancial a la naturaleza humana,
junto con la bondad, ambas conviven en
el hombre. La corrupción nació con nosotros y solo se puede luchar contra ella,
como pasa con el resto de plagas (el hambre, la miseria, la enfermedad etc.),
no se puede erradicar, solo mantenerlas a raya, pelea infinita hasta el fin de
los tiempos. Aquí querría yo ver a un islandés, de concejal de urbanismo en tiempos de la burbuja inmobiliaria. Con bermudas en vez de un anorak, treinta bares
por calle y veinte grados de temperatura media, con su pandilla de triperos
alrededor. Sin temor a equivocarme puedo afirmar que iba a durar integro, lo
que tarda un geiser en pegar un escupitajo de vapor. Allá en el frio norte es más
sencillo ser civilizado, aquí es donde hay que echarle cojones a no meter la
mano en el cajón. Tiene mas merito lo de la mayoría de los españoles, que los
vikingos, por muchos cuernos que lleven en el casco. Gloria y honor a todos aquellos,
que pudiendo trincar, pasaron.